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Soñé que escuchaba la música del futuro, una música hecha por la alegría de los pueblos. Vagaba por campos soleados entre casas con ventanas y puertas abiertas. Había gente y comida. Las colmenas pintadas de Eslovenia aportaban los colores. De súbito reconocí la música: era el cuarteto 16 de Ludwig. Lo entendí todo. El futuro era el pasado, la comunidad el individuo. Había llegado el tiempo de cosechar, de vivir de nosotros mismos. No necesitábamos más, era tiempo de vivir con lo que teníamos, había llegado la hora de evaluar lo que hasta entonces habíamos acumulado. Como humanidad, había llegado el momento a que nos sentáramos a ver el álbum de fotos, de vivir de nosotros mismos como el oso que hiberna. No más "online", le dije a alguien y entonces desperté.

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