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Estaba sentado en la mesa de la cocina de mi infancia. Frente a mi el duvet y las fundas del las almohadas colgadas en el respaldo de la silla frente a mí. En eso, me doy cuenta que me quieren matar. Hago concurso de miradas con unos botones que les están sirviendo de ojos. Después de unos segundos lanzan el primer ataque, la funda ataca mi cara. Rápidamente me lanzó y con mi manos intento mantener el duvet pegado al respaldo de la silla. La funda me da igual pues puedo respirar a través de ella, me aterra que el duvet se pueda liberar pues ese sí sería capaz de enrollarse alrededor de mi cuello y estrangularme. Hay alguien, no sé quien, observando la escena sin ayudarme, como si no viera que corro peligro.
Lo peor fue despertar y estar compartiendo cama con mi duvet y mis almohadas.